Mensaje del Coordinador para la Cuaresma 2023

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Mt 6, 1-6.16-18

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El Evangelio nos da la ley de la caridad, muy bien definida por las palabras y ejemplos constantes de Cristo, el buen Samaritano. Él nos pide que amemos a Dios y a todos nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados. La caridad, en verdad, nos purifica de nuestro egoísmo; derriba las murallas de nuestro aislamiento; abre los ojos y hace descubrir al prójimo que está a nuestro lado, al que está lejos y a toda la humanidad. La caridad es exigente pero confortadora, porque es el cumplimento de nuestra vocación cristiana fundamental y nos hace participar en el Amor del Señor.

Nuestra época, como todas, es la de la caridad. Ciertamente, las ocasiones para vivir esta caridad no faltan. Cada día, los medios de comunicación social embargan nuestros ojos y nuestro corazón, haciéndonos comprender las llamadas angustiosas y urgentes de millones de hermanos nuestros menos afortunados, perjudicados por algún desastre, natural o de origen humano; son hermanos que están hambrientos, heridos en su cuerpo o en su espíritu, enfermos, desposeídos, refugiados, marginados, desprovistos de toda ayuda; ellos levantan los brazos hacia nosotros, cristianos, que queremos vivir el Evangelio y el grande y único mandamiento del Amor.

Informados lo estamos. Pero, ¿nos sentimos implicados? ¿Cómo podemos, desde nuestro periódico o nuestra pantalla de televisión, ser espectadores fríos y tranquilos, hacer juicios de valor sobre los acontecimientos, sin ni siquiera salir de nuestro bienestar? ¿Podemos rechazar el ser importunados, preocupados, molestados, atropellados por esos millones de seres humanos que son también hermanos y hermanas nuestros, criaturas de Dios como nosotros y llamados a la vida eterna? ¿Cómo se puede permanecer impasible ante esos niños de mirada desesperada y de cuerpo esquelético? ¿Puede nuestra conciencia de cristianos permanecer indiferente ante ese mundo de sufrimiento? ¿Tiene algo que decirnos todavía la parábola del buen Samaritano?

Al comienzo de la Cuaresma, tiempo de penitencia, de reflexión y de generosidad, Cristo nos llama de nuevo. La Iglesia (Comunidad de bautizados), que quiere estar presente en el mundo, y sobre todo en el mundo que sufre, cuenta con vosotros. Los sacrificios que haréis, por pequeños que sean, salvarán cuerpos y confortarán espíritus, y la “civilización del Amor” no será ya una palabra vacía.

La caridad no vacila, porque es la expresión de nuestra fe. Que vuestras manos se abran pues cordialmente para compartir con todos aquellos que vendrán a ser por ello vuestro prójimo.

«Servíos unos a otros por la caridad» (Gal 5, 13).

Anuncio publicitario

Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos 2023

Haz el bien; busca la justicia
Is 1, 17

Con este lema estamos convocados, desde hoy hasta el próximo 25 de enero, todos los cristianos a orar por la tan deseada unidad, la que nos hará creíbles, discípulos de Jesús nuestro Señor.
Este año se nos va a insistir en la lucha unidos por el bien del prójimo, por la justicia, por lo derechos de todo ser humano sea de la confesión que sea. La Iglesia (Comunidad de bautizados) no puede dejarse arrebatar, por ninguna ideología o corriente política, la bandera de la justicia, que es una de las primeras exigencias subrayadas por el Evangelio y el núcleo central de su actuar. El discurso sobre la justicia abre, consecuentemente, el discurso sobre los derechos. Derechos de todo ser humano, cuya dignidad, cuya libertad, deben ser tuteladas y definidas. Y derechos de todos los pueblos, cuya soberanía e independencia, en cuanto naciones, deben ser respetadas, aunque siempre dentro del circuito de la solidaridad con los otros pueblos que forman la comunidad internacional.

Seamos testigos de este Evangelio que no deja al margen a nadie.

Dios todopoderoso y eterno, que reúnes lo que esta disperso y conservas lo que has unido, mira con amor al pueblo de tu Hijo, para que, cuantos han recibido un mismo bautismo, vivan unidos por la misma fe y por el mismo amor.
Por Jesucristo nuestro Señor
Amén

Mensaje de Navidad del Coordinador

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Jn 1, 1-18

Queridas hermanas y hermanos:

En este tiempo santo de la Navidad celebramos el nacimiento del Niño Jesús. Con los ángeles le damos gloria a Dios. Con los pastores venimos a adorarle. Con los Magos, ofrecemos nuestros dones. Con todos nuestros antepasados ​​en la fe nos regocijamos en su nacimiento. Quiera Dios que el Advenimiento del Emmanuel en nuestros corazones, nos haga nacer en el Cristo-Jesús, participando íntegramente de este Misterio.
La Navidad es afinar el oído para Dios y permitirnos el silencio expectante dentro de nosotros mismos, adorando y contemplando su misterio en nuestros días. En ese silencio está Dios hablando. Es preciso pedirle hoy a Aquel que es hoy entre nosotros, que nazca sobre todo en nuestros corazones y que nos haga capaces de escucharle, de amarle y de permanecer dentro del mundo, sin ser del mundo.
Alegrémonos porque hoy la segunda persona de la Santísima Trinidad se ha hecho hombre, nacido de una Virgen en la humildad de una cueva, ha penetrado las entrañas de la creación, el Emmanuel, Dios con nosotros, se nos hace presente porque en Él encontramos el camino que conduce a la Plenitud de la Vida, Verdad de nuestra existencia. Un gran misterio se nos ha revelado, alegrémonos y llenémonos de alegría porque enraizados en la escatología de nuestra existencia, encontraremos el sentido de todas las cosas. A esto nos ha llevado la vivencia del Tiempo de Adviento, a comprender, no sin sorpresa, que las promesas de Dios se cumplen.

La Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas os desea una muy feliz Navidad.

TODO ES GRACIA

(foto superior: La adoración de los Magos (Hans de Suabia, 1474), retablo mayor de la catedral católico romana de Zaragoza -España-)

Mensaje del Coordinador para la Pascua 2022

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Lc 24, 1-12

Esta es la pregunta que nos interroga en la solemne Vigilia Pascual a todos los cristianos del mundo en esta noche, consagrada por todos los siglos, sellada por la memoria de las acciones de Dios en la historia, es una noche singular para la comunidad cristiana. En ella se reencuentran los fieles con una esperanza renovada, renacen los catecúmenos por el bautismo, los penitentes se encuentran la reconciliación, los cielos y la tierra se estremecen ante la novedad que les espera.
Un rumor corre desde siglos entre los creyentes, rumor que no se ha apagado aún. Es el testimonio de los que han descubierto que Dios salva, que libera, que hace una promesa de futuro a la humanidad con una alianza eterna. Este tiempo de Pascua celebra el compromiso adquirido por Dios de hacer caminar unidos al cielo y la tierra. Es el tiempo para estar despierto, en vela, nos invita a salir de la esclavitud, a reformar la estructura de este mundo de pecado y guerra, a celebrar la transformación de una humanidad nueva.
Como primicia de todo este proyecto salvador de Dios, Cristo ha resucitado. Jesús de Nazaret ha entrado ya en el futuro que aguarda a toda la humanidad, participa de la nueva creación, es el hombre nuevo creado en plenitud de vida y comunión. La celebración de la fe cristiana lo proclama Primogénito de entre los muertos, prenda de nuestra propia resurrección.
Cantemos con una vida renovada “un cántico nuevo a Dios”, que ilumina este tiempo santo con la gloria de la resurrección del Señor.

¡ALELUYA, ALELUYA!

Palabras del Coordinador ante el conflicto Rusia-Ucrania

Esta mañana nos despertábamos con las terribles imágenes de Rusia bombardeando Ucrania. Una vez mas los organismos internacionales no han podido frenar lo que, desde días, nos preocupaba y no queríamos creer que podía llegar.
Hemos elevado oraciones y plegarias al Dios de la paz, pero aun así las armas han hablado y siguen hablando callando el grito unánime de “Nunca más la guerra”.
Los cristianos, de la confesión que sea, debemos seguir pidiendo al Señor que convierta esos corazones de piedra en corazones de carne (Ez 11, 19).

VENGA A NOSOTROS TU REINO